viernes, 14 de diciembre de 2018

El Grial y Lucifer : mitos solapados. (Serie de Kababelan)

  
 A finales de la Edad Media se escribieron en el occidente europeo una serie de relatos de aventuras místicas en torno al legendario mito del santo Grial. Cada una de estas narraciones ofrece una versión diferente o una perspectiva distinta del mito, según cual sea la fuente de información, la cultura personal, la influencia política o la idiosincrasia religiosa del autor. Wolfran Von Eschembach es el único entre todos que aporta o revela el génesis luciferino del Grial, cuya procedencia oculta es el esoterismo cabalístico y de próximo oriente, con el que fortuitamente entró en contacto.
Frente a las conocidas versiones simples de que el Grial es bien la evolución cristianizada del caldero celta de regeneración, bien la copa que recogió la sangre divina de Cristo o bien una metáfora de la antigua diosa perdida, von Eschembach revela la auténtica procedencia luciferina de la leyenda. Este autor alemán profundizará en el esoterismo ancestral y la raíz secreta del  mito, aunque lo presentará lógicamente revistiéndolo con los ropajes e idiosincrasia de la época.
Manifiesta que el santo grial en verdad no es sino la piedra luminosa y sagrada ubicada en la celestial frente del divino Lucifer. De ahí surgirá el mito, en todas sus variantes, conectándose e imbricándose con corrientes espirituales de distintas culturas y épocas.
En su relato Lucifer caerá a la Tierra tras su destierro celestial y con él llegará la bendita piedra, transformada luego en mítica copa en una fusión metafórica. Sabido es en simbologia arquetípica universal que una gema brillante en la frente representa la más alta iluminación. Por ello Lucifer es arquetípicamente el portador de la luz, el que muestra el camino o senda divina. Y exactamente igual simboliza el grial, pues la piedra/copa es la portadora o manifestadora de esa misma divina luz. 
Es así que Lucifer y Grial se solapan en algunos textos, siendo el segundo la clave o símbolo del primero. El Grial perdido es en verdad la causa luciferina. Lucifer simbolizó y simboliza la luz espiritual rebelde al mito del dios absoluto patriarcal, la rebelión de la libertad espiritual frente al dogmatismo religioso, la ciencia espiritual frente a la superstición religiosa o mítica. Cuando el patriarcalismo se apodera progresiva y despóticamente de los mitos y visiones religiosas, a lo largo del primer milenio antes de nuestra Era, surgirán también las divinidades que se resisten a claudicar ante el paradigma impuestso del excluyente fanatismo machista religioso. Con el tiempo se irá forjando progresivamente la leyenda de Lucifer (adición, evolución y simbiosis arquetípica), que aglutinará distintos paradigmas espirituales de resistencia a la estrecha visión del patriarcado radical.
Lucifer es la esencia de las viejas religiones y divinidades iniciáticas. Lucifer condensa y representa a las antiguas diosas desterradas, a los dioses y arquetipos denostados, a las sendas espirituales liberales perseguidas.
Frente al fanatismo de las religiones monoteistas patriarcales, más radicales e intransigentes aún que las anteriores religiones politeístas patriarcales de milenios anteriores, toma forma el mito del Angel Rebelde. Será el símbolo codificado de las ancestrales diosas y dioses portadores de luz del pasado.
Desde la antiquísima Ishtar hasta llegar a Lucifer habrá un largo camino, habitado por infinidad de diosas y dioses todas igualmente perseguidos y desterrados. La saga de divinidades expulsadas de la cultura religiosa ahora dominante es innumerable. Para el patriarcado religioso serán demonios malignos, pero en realidad no existe más mal que el que produce la mente humana. Muchas divinidades eran sendas iniciáticas de luz y serán estas deidades las que cristalicen en un único arquetípo y transmutadas forjen al fin el mito luciferino.
La luminosa piedra grialiana-luciferina es la esencia de todas las piedras sagradas que simbolicen a la divinidad, la esencia de todos los árboles sagrados, de todos los lagos y fuentes mágicos, de toda iniciación genuina que se aparte de los dogmatismos religiosos de los credos patriarcales.
Lucifer es la verdadera luz, libre de dogmas, rebelde a la luz falsa de los fanatismos y doctrinas impositoras. Lucifer ya no está en el cielo u olimpo de los dioses patriarcales, sino que se halla en la Tierra, penetrando la materia-mente, como siempre estuvo la antigua y milenaria Diosa.
Lucifer es por tanto una enmascaradora metáfora de arquetipos sumamente antiguos, que fueron perseguidos sin tregua durante siglos por las nuevas religiones patriarcales. Pero al mismo tiempo, por todo ello, Lucifer es una luz y esencia espiritual intemporal y verdadera, que se halla escondida tras las brumas de la distorsionada materia, tras las nieblas que se extienden por la confusa mente humana. Durante siglos muchos han buscado el mitificado santo grial, la luz antigua de la iniciación o iluminación genuina, pero se han confundido y se han perdido en las tinieblas o sombras de la mente y en falsos mitos, o han caído en estrechas y limitadas redes de creencias.

La senda grialiana es por tanto una secreta metáfora tras la que se disfraza u oculta la senda luciferina. El santo grial es la luz divina de Lucifer, pero también la sangre secreta de la realidad trascendente. Y Lucifer es la divinidad antigua que muestra el camino a la luz y que se resiste a ser destruida por los dioses creados por la mente fanatizada del patriarcado.  


http://www.kababelan.galeon.com/NuevePuertas/ARCHIVO1/101.htm





jueves, 21 de abril de 2016

La Diosa de la Tierra



Vivimos en un mundo tetradimensional, cuya forma percibida por nuestros sentidos es un globo de materia flotando en la inmensidad del espacio. Antiguamente sin embargo el planeta Tierra no existía para la humanidad y tan sólo se hablaba de una realidad dividida en tres planos: el terrestre, el celeste y el inframundo, averno o infierno. De esta división en tres niveles surgieron multitud de cosmologías y visiones de la realidad. Dioses y demonios habitaban en reinos opuestos y el ser humano, en un mundo intermedio (la tierra media de las leyendas) sufría los avatares de ambos tipos de seres. Esto creó toda una estructura mítica en la psique humana y durante siglos su influencia ha marcado la moral y las acciones de las sociedades, el bien y el mal, las metas y los castigos.
Pero frente a esta concepción mítica de la realidad fue surgiendo en los últimos siglos una nueva visión , llamada científica, donde las descripciones religiosas fueron desapareciendo para ser sustituidas por una visión tangible y racional del mundo. Con los avances de la tecnología se alcanzó a comprobar que el mundo no es un plano sino una esfera flotando en un espacio cuasi vacío y sostenida por poderosas fuerzas en equilibrio.
¿Pero es esta toda la realidad? La materia que perciben nuestros sentidos es la integridad del mundo o tan sólo su superficie sensorial. ¿Hay algo más que todavía somos incapaces de vislumbrar o concebir? ¿Existe una inteligencia más allá de la humana oculta tras la apariencia del mundo tetradimensional?
¿Es la vida tan sólo la materia? ¿Es la inteligencia únicamente una propiedad de los seres biológicos en la escala por nosotros conocida? ¿Son los organismos vivos definidos por la ciencia la exclusiva forma de vida e inteligencia? ¿Está el ser humano preparado ya para entender la esencia y el significado del universo?

Algunos científicos han comenzado a apuntar tímidamente la hipótesis de que la vida pudiera existir a escalas distintas a las que nosotros conocemos. Tal vez la vida tiene formas de organizarse que aún siquiera podemos sospechar.
Desde tiempos inmemoriales ciertos místicos y chamanes han expresado la opinión de que en base a sus experiencias con la conciencia han descubierto que la trama de la realidad que conocemos es tan sólo un pequeña parte de la trama de la realidad total del universo. Y que el plano de la vida biológica, definido por la ciencia en base a nuestros sentidos ordinarios, es meramente una realidad vital entre otras muchas no operativas desde el nivel de la conciencia ordinaria pero igualmente verdaderas.
Para descubrir y conectar con esa realidad imperceptible por los sentidos comunes es preciso, según estos místicos y chamanes, volver la mente hacia adentro, como cuando volvemos al revés un jersey, y comenzar a percibir desde otro nivel interior de conciencia.
Al ser la realidad verdadera algo imperceptible sensorialmente, no podemos sino percibirla a través de estados de conciencia generadores de niveles de realidad. El estado de conciencia ordinario de la humanidad es tan sólo un entre otros muchos posibles y ese estado conciencial es el que define la realidad del mundo y del espacio-tiempo.

Toda la ciencia moderna está basada en un estudio de la realidad dentro del estado de conciencia que creemos el único existente. Y toda la estructura técnica de la sociedad registra la franja sensorial ordinaria que nos sirve para delimitar la realidad tangible. Hemos creado así una visión del universo denominable como científica-sensorial, pero hemos olvidado que el estado de conciencia matiza y filtra la configuración del flujo espacio-temporal del mundo sensible.          
Nuestra mente crea un fluir de pensamientos que definen la realidad, aún sin ser nosotros capaces de alcanzar la conciencia necesaria para vislumbrar el proceso. Carentes de un nivel de conciencia elevado la humanidad vive en un mundo tetradimensional restringido a determinadas formas de espacio y tiempo. La secuencia muerte y vida de las formas biológicas forma un espejismo donde la conciencia se halla fascinada y atrapada, incapaz de alcanzar otros niveles de realidad.
Desde tiempo inmemorial algunos seres humanos han alcanzado a vislumbrar que la vida y la conciencia son un flujo que va más allá de las formas del espacio-tiempo conocido. El mundo es un tejido de materia que se halla imbricado en un campo de conciencia-mente, un sustrato interno donde se asienta la verdadera fuente de la realidad. Desde el interior de este sustrato de mente y conciencia surge un flujo que se manifiesta en las cambiantes formas del mundo biológico. La denominada materia es así tan sólo un aspecto de la realidad, una cristalización dinámica de una fuerza mental imperceptible sensorialmente. No somos capaces de  percibir esa Fuerza directamente con los sentidos, pero sí podemos registrar o percibir sus manifestaciones en el mundo de la forma.
Hace miles de años, antes de que llegaran las sociedades patriarcales a definir la realidad, se concebía este sustrato mental como una fuerza global de la que procedían todas la chispas individuales de conciencia que se manifiestan y perciben la realidad desde el interior de unidades biológicas. Esa fuerza o campo mental global fue denominado la Diosa Madre Creadora. Y esa Diosa Primordial fue adorada como fuente de la creación o mundo tetradimensional de espacio y tiempo.
Parafraseando distintos génesis de Oriente Próximo podríamos decir que:  Al principio de la creación esa Fuerza Máter Femenina reinaba en solitario sobre las aguas primordiales y genésicas del mundo-universo, es decir sobre el plasma energético-mental primigenio. Y esta Fuerza que soplaba sobre la Faz de las Aguas Primordiales es la origina y gesta todo el proceso de la sabiduría creadora que forma el espacio-tiempo tetradimensional en el que habita la humanidad.

Al considerar la Fuerza Interna de la Naturaleza como una Matriz de la Realidad se la representó como una Máter Original y Creadora, y de ahí el paso a la veneración bajo una forma femenina humana. Y siendo el seno y el útero de la mujer un lugar oscuro, al igual que las capas subterráneas de la tierra fértil, es fácil comprender que esa Madre fuera concebida como entidad femenina oscura, como la noche, e igualmente se la relacionó con la luna, regente de los ciclos biológicos del mar, las plantas y los animales.
Las representaciones de diosas fueron el primer símbolo de la Fuerza Oculta tras la apariencia del mundo fenoménico del espacio-tiempo.
Una mujer cubierta por un velo de estrellas puede simbolizar perfectamente a la máter universal o máter cósmica. Los antiguos sumerios, hace más de cinco mil años, ya afirmaban que lo femenino es la fuente de toda manifestación. Y así decían que en el principio sobre un mar primordial reinaba la diosa sumeria Nammu.


La Diosa de la Tierra fue concebida de muy diversas formas y recibió diferentes nombres, en función del aspecto que se quería remarcar o de la cultura humana particular de cada lugar y momento. En esta imagen podemos reconocer a la Diosa Cazadora, regente de vida y muerte en el reino de la naturaleza.
Ella era la dadora de vida, pero también la que la arrebataba. Todo volvía al seno de la diosa creadora, y así era aceptado, para después volver a resurgir bajo otro aspecto. La vida es un proceso de cambio continuo, de destrucción y regeneración, de nacimiento y muerte, de descenso a las profundidades de la materia y de reascenso al mundo de la forma y del tiempo.
La diosa celta Cerrydwen poseía el caldero mágico donde se hallaba toda la materia y la sabiduría del universo. Quien probaba el elixir de su caldero prodigioso alcanzaba la iluminación o visión auténtica de la realidad, más allá de las limitaciones de la forma y el tiempo. Los iniciados y druidas buscaban probar el secreto y prohibido contenido de ese Caldero para así renacer a una nueva vida. Estos mitos sobre el caldero de las diosas y dioses celtas propiciaron la posterior aparición de la literatura grialiana.

Perdida la diosa las mujeres perdieron también su poder y a partir de entonces en su inconsciente se sometieron al dominio del hombre, aunque muchas no aceptaron esta condición subordinada y sufrieron por ello.

También los hombres han vivido alejados de su esencia espiritual primigenia, donde lo masculino y lo femenino permanecía en equilibrio sustentado por la raíz creadora de la diosa.
Durante los últimos siglos de hegemonía religiosa patriarcalista, las mujeres seguidoras de la diosa, las que no habían perdido su vínculo con la deidad femenina de la tierra, fueron tachadas de seres maléficos, adoradoras de demonios y calificadas despectivamente como perversas y diabólicas brujas.
(Reseña de la Brujería en la Historia)
En la lejana época en que se adoró a la diosa como deidad suprema el mundo conoció una era de paz y prosperidad, floreció la agricultura, la artesanía y prosperaron las primeras ciudades. Pero tras varios milenios de edad de oro llegaron los pueblos guerreros de la edad del hierro y el proceso derivó hacia una concepción agresiva de la vida, la cual era regida por nuevas concepciones religiosas, donde dioses masculinos guerreros fueron desplazando paulatinamente a la antigua divinidad máter femenina. Durante siglos cohabitaron la diosa y el dios, las diosas y los dioses, en un cierto equilibrio, para al final ir venciendo estos últimos en la mente humana hasta llegar a la fase final ya conocida del monoteísmo de las religiones patriarcales.
Tras la victoria en el consciente humano de los arquetipos religiosos masculinos sucedió que el arquetipo de la diosa se fue retirando de los principales centros de cultura de la pujante nueva civilización patriarcalista.
La humanidad perdió el contacto con el alma de la tierra, con su sustrato espiritual, sustituyendo a la diosa por dogmas y doctrinas fundamentalistas cuyo fin es restringir el espíritu humano y anclarlo en esta realidad de espacio-tiempo. Se sustituyó la presencia de la diosa en el mundo con la promesa de un futuro paraíso ultraterreno, de un cielo quimérico como premio a los buenos seguidores de los principios religiosos patriarcalistas. Así se llega a la contradicción de destruir la tierra y esperar un premio en un cielo postmorten.

En cambio la Diosa y la Tierra son una, según la vieja concepción. Al igual que el ser humano, su cuerpo y su alma, son uno. Todo está integrado en la naturaleza, pues el campo de energía-mente engloba todo el espacio-tiempo, sin divisiones entre un mundo celeste arriba y otro terrestre abajo. Según la antigua visión de la religión de la diosa, todos los mundos se solapan en distintas realidades una dentro de la otra, una paralela a la otra. La materia y el espíritu son dos aspectos de una misma cosa. No hay separaciones, todo se integra en una unidad global, en un círculo eterno e infinito que lo comprende todo.

escrito por Kababelan

ATTE: Titania

martes, 23 de febrero de 2016

In This Moment






Babalon - Liber Jet

1. Este es el secreto del Santo Grial, que es el vaso sagrado de la Virgen de la Mujer Escarlata , Babalon la madre de las abominaciones, la novia del Caos, que cabalga sobre la bestia nuestro Señor. 

2. Has de drenar fuera tu sangre, de tu vida en la copa de oro de su fornicación. 

3. Tu vida se mezclan con la vida universal. Ni has de guardar una copia de una gota . 

4. Entonces tu cerebro será tonto, y tu corazón lata no más, y toda tu vida será de ti; y tú le será echado fuera en el basura, y las aves del cielo se darán un banquete con tu carne y tus huesos se blanquean al sol. 

5. Entonces los vientos se han juntado, y te sostendrán también como un montoncito de polvo en una hoja que tiene cuatro esquinas, y ellos serán dados a los guardianes del abismo. 

6. Y debido a que no hay vida en él, los guardianes del abismo ordenan a los ángeles de los vientos pasar. Y los ángeles pondrán tu polvo en la Ciudad de las pirámides , y el nombre del mismo no será más. 

7. Ahora, pues, para que puedas lograr este ritual del Santo Grial, ¿te despojaras de todos tus bienes?

8. Tú tienes la riqueza; darle a los que tienen necesidad del mismo, sin embargo, ningún deseo hacia el lo hará. 

9. No tienes tú la salud; matar a ti mismo en el fervor de tu abandono a Nuestra Señora. Deja que tu carne quede suelto sobre tus huesos, y tus ojos deslumbramiento con tu deseo insaciable hasta el infinito, con tu pasión por lo desconocido, por ella que está más allá del conocimiento el maldito. 

10. Tú tienes el amor; romper tu madre de tu corazón, y escupir en la cara de tu padre. Deja que tu pie de arrollar el vientre de tu mujer, y dejar que el bebé al pecho sea la presa de perros y buitres. 

11. Porque si no ¿Ni aun esto con tu voluntad, a continuación, vamos a hacer esto a pesar de tu voluntad. Así que tú tener parte en el Sacramento del Grial en la Capilla de las Abominaciones. 

12. Y he aquí! si por el sigilo guardas de ti mismo un pensamiento de ti, le has echado será en el abismo para siempre; y serás el solitario, el que come de la basura, para los afligidos en el Día de Be-con-nosotros. 

13. ¡Sí! en verdad, ésta es la verdad, esta es la verdad, esta es la verdad. A ti se concederá la alegría y la salud y la riqueza y la sabiduría cuando ya no eres tú. 

14. Luego, cada aumento de un nuevo sacramento, y no te se contaminará; has de deleitarse con la desenfrenada en la plaza del mercado, y las vírgenes se lanzan rosas sobre ti, y los comerciantes doblar las rodillas y te introducirá oro y especias. También muchachos jóvenes derramarán vinos maravillosos para ti, y los cantantes y los bailarines deberán cantar y bailar para ti. 

15. Sin embargo, ¿no serás el mismo, pero te será olvidado, polvo perdido en el polvo. 

16. Tampoco podrá aplicarse la misma eón ti hacer uso de esta; porque desde el polvo, Si una ceniza blanca que se prepare por Hermes lo Invisible. 

17. Y esta es la ira de Dios, que estas cosas deben ser de este modo. 

18. Y esta es la gracia de Dios, que estas cosas deben ser de este modo. 

19. Por tanto, os ordeno que nada os a mí en el principio; porque si citar sólo un paso en este camino, debéis llegar inevitablemente al final del mismo. 

20. Este camino es más allá de vida y muerte; es también más allá del amor; sino para que vosotros no sabe, porque no conocen el amor. 

21. Y su fin es conocido ni siquiera a la Virgen oa la bestia sobre que se cabalga; ni a la Virgen a su hija ni a su legítimo Señor del Caos; pero con el niño coronado se sabe? No se sabe si era notorio. 

22. Pues, a Hadit y hasta Nuit sea la gloria en el fin y el principio; sí, en el fin y el principio

jueves, 4 de febrero de 2016

Lilith Poema


M. Kelly Hunter 
Traducido por Regina Lidid 
(The Mountain Astrologer N°84, Abr-May 1999, http://www.MontainAstrologer.com) 


Lilith ingresa: 

Te preguntas: ¿Quién soy yo que viene a ti como tu sombra, 
Como un pájaro en vuelo en la oscuridad de la noche? 
Soy la primera y la última. 
Soy la honrada y la escarnecida. 
Soy la ramera y la sagrada. 
Soy la sustancia y la que no tiene sustancia. 
Tú me has invocado con tus deseos. 
Existen cosas que tú necesitas saber acerca del Amor y la Creación. 
¿Qué puedo yo saber sobre el Amor, te preguntas? 
¿Yo seduzco, yo destruyo, yo no tengo corazón? 
Yo vivo en el Arbol de la Vida, 
Con la serpiente en las raíces y el Pájaro del Trueno en sus ramas. 
¿Por qué me temes, por qué temes al árbol? 
Lo que ves afuera es lo que está dentro de ti. 
Y lo que está dentro de ti es lo que está fuera de ti. 


A la Mujer: 

¡Cuán hermosos son vuestros pies, Oh, Hijas de la Luna! 
En la unión de vuestros muslos hay una joya. 
Yo soy salvaje como el viento. ¡Sí! 
Tu ombligo es como una copa redonda llena de vino. 
Tu abdomen es como un montón de trigo señalado con lirios. 
Yo vivo en los árboles, yo beso a las serpientes. ¡Sí! 
Tus senos son como dos venados jóvenes mellizos. 
Tu cuello es como una torre de marfil. 
Tus ojos son como estanques de peces por la bahía blanca. 
Mi pasión por la vida es ilimitada. Es la misma que la tuya. 
¡Siéntela! 
¡Déjala que te invada con su poder y su belleza! 


Al Hombre: 

Tú, Hombre de mi corazón, ¿me recuerdas? 
¿Recuerdas el amor que compartimos? 
Anhelo un compañero, sedienta como el agua. 
Ven a mí, te necesito, necesito tu semilla. 
O me marchito y muero, sin frutos en mis ramas. 
¿Te resistes a mí? 
¿Es porque soy más fuerte que tú en la oscuridad de la noche? 
Tú dices que soy una ilusión, un sueño. 
Yo soy tu verdadero sueño. 
Yo te ofrezco un arrobamiento y paz para tu orgullo estéril. 
Tú te niegas y cuestionas, pero mis ojos relucen en ti, 
Encendidos con una antigua luz. 
Mis labios proclaman misterios 
Mis brazos contienen todo lo que los dioses desean y los tontos rechazan. 
¡Sosténme! 
Pero yo no me someteré a ti y me pondré por debajo de ti 
Como una doncella de servicio. 
Yo le pertenezco al que se atreve a pagar mi precio. 
¿Yo pido mucho, dices? Sin embargo, yo lo doy todo. ¿Por qué te retraes? 
Te advierto. Si tú me despides, caerás en un sueño, 
Y tu costilla te será robada para hacer a tu compañera. 
Tú me exilias, pero tú serás arrojado del jardín 
Y lucharás por renacer. 
Yo retornaré para recordarte de lo que tú realmente quieres. 
Cuán roto te sientes con una compañera que es sólo una parte de ti, 
Como una muleta. 


Su profecía: 

Yo hiero, yo me siento enferma. ¿Qué lugar es éste 
Donde los niños viven en cajas de cemento e ingieren 
Productos químicos por comida? 
La tierra está ardiendo con los furiosos fuegos de la guerra. 
Mis árboles son cortados, desenraizados sin piedad; 
Los animales son consumidos sin dar las gracias; mi sangre vital es derramada por la avaricia. 
Yo no puedo vivir aquí, debo irme ... 
Pero “las planicies de inundación de mi corazón se derramarán sobre la tierra”, 
¡Y tú escucharás mi voz en el aullido de los vientos y los 
Huracanes- 
En los terremotos y los volcanes! 
Su plegaria: 
Despierta, Oh, tú a quien mi alma ama, y ven 
Ven a mi jardín, donde las especias se esparcen. 
Ven dentro de tu jardín y come de los frutos placenteros. 
Ven al templo para los sagrados ritos del amor. 
¡Ponme como un sello sobre tu corazón, 
Libera tu alma. 


miércoles, 21 de octubre de 2015

Lucifer y el Guerrero•



¡Despertad, hombres dormidos! Despertad y dejad de perder tiempo adorando a falsos dioses externos. Dirigid vuestra atención hacia vosotros mismos, sentid la Conciencia y la Vida que habita en vosotros, entonces la Verdad os abrirá las puertas y entenderéis la realidad del mundo y de este universo.
Así habló Lucifer con voz de trueno, sin embargo, los hombres no lo entendieron y comenzaron a murmurar entre sí y a planear como deshacerse de aquel extraño que blasfemaba de aquel modo. Entonces Lucifer pensó para sí:
Estos hombres aún no están maduros para la gran cosecha. Sus oídos no escuchan y sus ojos son incapaces de ver. Prudente será que me aleje de ellos, pues sus corazones están llenos de violencia y oscuridad.
Así Lucifer se alejó de aquellos hombres y de aquella ciudad. Y caminó por sendas solitarias, sendas que ningún hombre antes había caminado.
Y caminando así llegó a otra ciudad y con sorpresa vio que en aquella ciudad los hombres eran más ciegos e ignorantes que en la otra, pues proclamaban la existencia de un dios proclive a sacrificios y castigos. Se llamaban a sí mismos "El Pueblo Elegido" y consideraban a las otras naciones como animales.
Y según ellos todo en el universo había sido creado para su uso y a ellos les correspondía, por mandato y promesa de Dios, el gobierno de todo el mundo. Y sólo ellos poseían la verdad. Y sólo ellos eran los puros entre las naciones. Y sólo ellos eran los elegidos, los piadosos, los más elevados y sabios.
Y la sorpresa de Lucifer crecía cada vez más al escuchar los pensamientos y creencias imperantes en aquella ciudad. Y su sorpresa fue tanta que finalmente el pensar de aquellos hombres lo hastió y su voz tronó sobre la muchedumbre:
¿Qué necia locura os invade? ¿Decís que vuestro dios os creó a su imagen y semejanza? Pues yo os declaro la verdad y ésta es que vosotros habéis hecho a dios a vuestra imagen y semejanza, pues no he visto a dios más humano que el vuestro, ni tan lleno de humanos apetitos ni humanos defectos que vuestro dios. ¿Qué os habéis imaginado? ¿Quiénes os creéis? ¿Pensáis acaso que el Gran Espíritu de Vida, que anima a este universo, puede tener preferencias por algún individuo, pueblo o nación en merma de otros individuos, otros pueblos y otras naciones? ¿Acaso el sol priva de su luz a los malvados? ¡Porqué sois egoístas os habéis creado un dios egoísta! ¡Porqué sois injustos habéis creado un dios injusto! Porque
debéis de saber la verdad y ésta es que vuestro dios no existe en realidad, es solo un reflejo, una proyección de vuestras almas. Y como vuestras almas son impuras y enfermas, vuestro dios es impuro y enfermo. Solo a individuos ciegos e ignorantes de la Luz de la Sabiduría se les puede ocurrir la existencia de un "pueblo elegido". Pues la verdad es que ningún dios o dioses eligen a un individuo, raza o nación, sino que es cada individuo, raza o nación que se eligen a sí mismos por medio de su voluntad. Y esta autoelección se realiza por esfuerzo y mérito propios, no por haber nacido dentro de una familia, religión, raza o nación.
Así habló Lucifer. Y el pueblo que lo escuchaba, con los rostros enrojecidos de la ira y las bocas espumosas de la rabia, le gritaron:
Blasfemo! ¡Maldito blasfemo!
Entonces Lucifer respondió:
¡Blasfemos vosotros! Blasfemos porque blasfemia es pretender rebajar a nivel humano aquello que está más allá de toda condición humana.
¡Blasfemos vosotros! Porque blasfemia es pretender dar origen divino a palabras y pensamientos provenientes de hombres ambiciosos, egoístas y arrogantes.
Entonces la multitud rugió llena de furor:
¡Mátenlo! ¡Mátenlo! Derramen su sangre para así limpiar con ella la afrenta que ha cometido.
Entonces el pueblo enfurecido se arrojó contra Lucifer y comenzó a golpearlo con puños, palos y piedras. Y en medio de aquella furibunda marejada humana Lucifer pensó para sí:
Estos hombres aún no están maduros para la gran cosecha. Sus oídos no escuchan y sus ojos son incapaces de ver. Prudente será que me libere y me aleje de ellos, pues sus corazones están llenos de odio, maldad y violencia.
Entonces la multitud arrastró a Lucifer hacia las afueras de la ciudad y comenzó a apedrearlo para darle muerte. Y no dejaron de arrojarle piedras hasta que su cuerpo, totalmente inerte, quedó sepultado bajo un rocoso manto.
El crepúsculo llevó consigo al último de los verdugos.
Entonces Lucifer apartando las piedras se incorporó. Aunque su cuerpo estaba lastimado, su espíritu permanecía intacto.
¿Por qué tanta ceguera? - se dijo ¿Por qué tanta ceguera si en todos nosotros palpita la misma luz? ¿O será que en algunos esta luz se halla oculta por la ignorancia de sí mismos?
Y pensando estas cosas, Lucifer sacudió sus ropas y siguió "Su Camino", protegido por la noche.
Y el amanecer lo alcanzó caminando, pues Lucifer rara vez dormía. Y su descanso era la vigilia y la atenta meditación en sí mismo.
Y aunque el camino que ahora transitaba era más humano, los pocos hombres que se cruzaban con él esquivaban su mirada y evitaban su saludo. Así de pavorosa e imponente era el aura que se escapaba de su rostro.
Entonces sus pasos lo encaminaron a las puertas de otra ciudad. Y ésta era más hermosa, rica y lujosa que las anteriores. Y en la plaza central sobre una gran columna de oro y piedras preciosas estaba escrita la frase:
“Todo tiene su precio”.
Y en aquella ciudad habían muchos dioses, pero había uno que reinaba sobre todos aquellos y el nombre de este dios era: DINERO.
Y por dinero los hombres vendían a sus hijas y a sus mujeres. Y por dinero se vendían entre ellos y a sí mismos y vendían su alma, su lealtad, su honra, su sabiduría y conciencia.
Entonces Lucifer se sintió asqueado de aquella masa maldita y deseó salir inmediatamente de la ciudad, pero su conciencia le exigió decir algo a aquellas mentes oscurecidas.
Y encaramándose sobre la dorada columna, centro de la plaza mayor, Lucifer conjuró a la multitud:
¡Ah, humanidad perdida yo te maldigo!
Y aunque me arrastre pobre y herido entre el lodo, jamás seré tu esclavo, siervo, ni mendigo.
Entonces, sin agregar palabra, saltó de la columna y cayendo a tierra, encaminó raudo sus pasos a las afueras de la ciudad.
Pero aquellos que lo habían escuchado lo siguieron ofreciéndole hospedaje en sus casas, pues adivinaban que aquel forastero era dueño de una "extraña sabiduría" que querían poseer, sin embargo, al ver que no se detenía comenzaron a ofrecerle dinero y a intentar comprar su estadía entre ellos.
Entonces empezaron a ver quien daba más y se sorprendían de ver que aquel hombre ignoraba sus ofertas y pronto el precio ofrecido fue de diez millones de piezas de oro y este fue doblado y triplicado. Sin embargo, Lucifer no se vendió.
Y sus pasos lo llevaron a un valle donde un día antes se había realizado una gran batalla.
El campo se hallaba cubierto de cadáveres y su número se contaba por miles.
Entonces Lucifer caminó entre ese mar de muerte mientras pensaba:
¿Acaso no es el mundo idéntico a este valle? ¿No está sembrado de cadáveres, hombres vivos que aún no han comprendido que están muertos en su propia ignorancia?
Y al pensar esto su vista paseaba por entre los cuerpos inertes y mutilados.
Entonces, le pareció divisar a los lejos un solitario árbol y apoyado sobre su tronco a un guerrero moribundo.
Y Lucifer se dirigió hacia aquel hombre, contento de ver algo vivo en medio de tanta muerte.
Y sin decir una palabra dio de beber de su agua a aquel desconocido. Limpió su rostro ensangrentado e intentó curar sus heridas, pero descubrió que su pecho había sido atravesado sin compasión por una lanza enemiga. Entonces Lucifer habló:
Tu corazón está destrozado.
Deberías estar muerto, pero aún vives.
A lo que el guerrero contestó, con voz suave pero firme:
Me debí haber vendido y no lo hice. Debí haber huido y me quedé a luchar. Ahora debería estar muerto, sin embargo, sigo vivo. Es que mi espíritu es rebelde y me niego a aceptar aquello que no quiero. Debería haberme vendido y vivir en paz, como un cordero, pero no quise. Debería haber huido y no enfrentarme al enemigo, pero lo encaré. Ahora, agonizante y mal herido, debería estar muerto, pero no quiero morir.

Entonces los ojos de Lucifer brillaron con inusitada luz y comprendió que ante él había un hombre que, de alguna manera, se había encontrado a sí mismo.
Y se prometió no dejar morir a aquel hombre y usar de todo su poder para salvarlo, pues pensó que hombres como aquél era lo que necesitaba el mundo: hombres que no se vendieran ni retrocedieran ante el Enemigo, hombres con espíritu de lucha y deseos de vivir eternamente.
Entonces Lucifer impuso sus manos sobre las heridas sangrantes del guerrero, el cual al sentir el espíritu de vida y sanación que lo invadía exclamó:
¿Quién eres que me bendices con la vida?
A lo que respondió Lucifer:
Soy el Portador de la Luz, la conciencia que se manifiesta bajo forma humana. Soy la fuerza que se esconde tras cada ser, cada hombre y mujer, cada bestia y cosa.
Y apenas hubo terminado de hablar, se puso de pie y emprendió su camino.
¿A dónde vas hombre extraño? - lo detuvo el guerrero - ¿Cuándo podré escuchar de tu singular sabiduría otra vez?
Mi sabiduría vive en ti, es tu propio ser. Si te escucharas a ti mismo, no necesitarías de mis palabras.
Luego Lucifer calló unos segundos y agregó:
Mi espíritu tiene la mirada fija en el Norte. Mi cuerpo permanecerá un tiempo en la Montaña del Dragón.
Y señalando la gran mole rocosa que se erguía en el horizonte, se puso nuevamente en marcha.
Buscaba Lucifer, en aquellas montañas, la tranquilidad de la soledad para poder exaltar así su conciencia.
Sin embargo su paz no duró mucho, pues empezaron a llegar gentes en busca del sabio de la montaña que, según se contaba, había sanado a un guerrero moribundo.
Y así fue como Lucifer se convirtió en maestro, primero de unos pocos y, luego, de muchos.
Y en su intento de enseñar, sólo enseñaba que no hay nada que aprender, pues toda claridad y sabiduría ya se encuentra en el corazón de cada ser viviente.
Pero las gentes empezaron a confundirse, pues aquel que es ciego no ve aunque el sol lo alumbre y el corazón confuso se pierde incluso en el día más claro.
Y empezaron a perderse a ellos mismos de vista y dirigieron sus ojos hacia afuera, hacia la imagen del maestro que les enseñaba.
Entonces Lucifer se dio cuenta y no se permitió caer en la trampa de la oscura ignorancia.
Así fue como un día reunió en torno a sí a todos aquellos que había enseñado y les comunicó su decisión de abandonar el mundo.
Entonces sus seguidores comenzaron a lamentarse de su suerte y sintieron que aquello sería su perdición.
Y Lucifer sonrío, pues comprendió que aquél era el camino que, aunque duro, los llevaría a sí mismos.
Entonces dijo:
No os lamentéis de mi pérdida, pues la única pérdida digna de lamentar es la pérdida de uno mismo. Y vosotros os habéis perdido hace mucho y jamás habéis llorado por ese gran tesoro ido. Y uno entre muchos alzó su voz diciendo:
Maestro, antes de partir háblanos de la esencia de tu enseñanza, para poder así recordarla.
Entonces Lucifer habló:
Recordaos a vosotros mismos y recordaréis mi enseñanza. No busquéis fuera lo que ya existe dentro, en vuestro espíritu. Mirad que el hombre es como un árbol que crece en la cima de una montaña. Pero esa montaña es en realidad un volcán en cuyo interior arde un fuego claro y poderoso dador de la más perfecta serenidad y fuerza. El calor de este fuego interior ayuda a crecer al árbol, el cual mientras más entierra sus raíces en la profundidad de la montaña, más expande sus ramas a la infinitud del vasto cielo. Recordad siempre que en el mundo hay tres clases de personas: están aquellos que saben su razón de ser, están aquellos que la ignoran y están los "confusos". Y entre los confusos están los que creen saber su verdadera razón de ser, pero en realidad la ignoran y aquellos que se han inventado una razón de ser, que por ser algo artificial los aleja de su verdadera naturaleza. En verdad es importante lo que ahora les digo: Sólo quien se conoce a sí mismo, conoce su razón de ser, conoce su destino y deja de ser parte del rebaño. Y mucho mejor que ser un confuso es reconocer la ignorancia de sí mismo, pues la cura viene cuando la enfermedad es reconocida.
Guardando silencio un instante, continuó:
La montaña es como el cuerpo, la conciencia como el árbol y el fuego parecido al espíritu de vida. La montaña es como vuestra columna ósea; el árbol como vuestro cerebro, médula y nervios que crecen entre ella; el fuego proviene de vuestra Esencia Creativa cuidadosamente conservada. Sois como madres que guardan en su vientre al embrión del espíritu. Si un niño de carne y hueso demora nueve ciclos lunares en nacer, entonces, el niño del espíritu demorará nueve ciclos solares. Por ello es importante empezar ya. Mi enseñanza guarda su propio secreto y éste se basa en la práctica y en la propia conciencia de sí mismo. Sin embargo, ¿queréis saber más, queréis conocer el secreto? Entonces escuchad el sueño que tuve un día:

EL SUEÑO DE LUCIFER
Sin saber cómo, había llegado a una caverna de enormes proporciones en lo profundo de la tierra. Aunque las paredes y techo de la gruta parecían naturales, es decir, formadas por el goteo incesante y la filtración del agua, el piso era perfectamente liso y nivelado, como hecho por mano humana o alguna otra criatura inteligente. Sentí que estaba en un templo.
A diez pasos de mí se alzaba una gruesa columna pétrea, de unos siete metros de altura, sobre la cual vi de pie a un venerable anciano. Vestía una túnica de mangas largas y talle holgado que le llegaba hasta los tobillos. Su color era gris-azulado, como el de las nubes cargadas de lluvia. A lo largo de su pecho y cosida a ella caía verticalmente, hasta el suelo, una cinta blanca sobre la cual habían sido bordados, en hilo negro, extraños caracteres que no pude reconocer. Igual adorno vi a lo largo del borde superior de sus mangas, en los puños de las mismas y en el embaste de su vestimenta. Tanto las barbas como los cabellos del anciano eran blancos y larguísimos. Su alba cabeza estaba descubierta. Al verlo se me ocurrió que era la típica imagen de un mago.
Alzando uno de sus brazos me ordenó:
Tomad aquella lanza, hecha de la mejor madera del mundo e introducidla en aquel pozo al decir esto me señaló un agujero, de un metro de circunferencia, cuya boca estaba a ras de suelo.
Fui y tomé la lanza, la cual era una vara puntiaguda de una madera muy liviana y durísima. Me asombró comprobar que a pesar de su largo, tres metros o más, permanecía perfectamente enhiesta, haciendo alarde de una pasmosa flexibilidad.
Siguiendo las órdenes del anciano me acerqué al pozo. A mis pies vi un hoyo, cavado en la piedra, en el cual había un líquido espeso de color rojo varios metros más abajo. Al principio creí que se trataba de sangre, pero después noté que de él se desprendía una suave fosforescencia. Me pareció, entonces, que se trataba de lava derretida. Aquel pozo era la entrada al infierno.
Apenas introduje la lanza en él, el líquido aumentó su nivel hasta llegar al borde mismo del agujero. Retrocedí, pues pensé que si llegaba a desbordarse, la lava me quemaría.
Para mi sorpresa surgió del pozo un esperpento, un ser bípedo de unos cuatro metros de alto, similar a un sapo o a una tortuga sin caparazón.
Caminaba sobre sus cuartos traseros como un hombre. Un solo ojo adornaba su frente.
Al parecer mis acciones lo habían molestado y ahora se encontraba furioso. Arremetió contra mí. Me defendí usando la lanza. En la refriega me di cuenta que la bestia temía perder su único ojo, entonces concentré mis ataques en él. Pero sorpresivamente, cuando creí que la tenía bajo mi poder, la criatura sufrió una mutación. Sin saber cómo, la vi transformarse en un ser del tamaño de un hombre y con cuerpo de tal, pero su cabeza era similar a la de un murciélago con orejas membranosas, grandes, triangulares y un hocico de filosos dientes. Curiosamente su cuerpo y rostro estaban cubiertos de escamas, como un pez. Su apariencia era muy fornida y musculosa. Antes que pudiera evitarlo, la criatura se alejó de mí corriendo a toda prisa, hasta, perderse de vista.
La voz del anciano llamó mi atención. Me volví a mirarlo y noté que la columna sobre la cual estaba parado disminuía de tamaño, como si estuviese siendo tragada por la tierra. Ya a nivel del piso, el anciano se acercó a mí diciendo:
Ya lo habéis visto. La criatura tiene el poder de adoptar cualquier forma y utiliza este artificio para hacer caer a la gente en el pozo. Sin embargo no os preocupéis, ya la enfrentasteis y con eso basta para reconocerla en cualquiera de sus formas.
Dicho esto, me tendió un librito, como de un palmo de largo. Yo, tomándole, le abrí al azar en una de sus páginas. En ella vi una ilustración a color: Un velero de cuatro mástiles navegando con todo su velamen desplegado por mar abierto. La superficie del agua en perfecta calma. Alrededor del barco revolotean miles de gaviotas, mientras que del palo mayor un gran pelícano blanco da la cara a proa con sus alas extendidas, mostrando el pecho descubierto.
Miré interrogativo al anciano. Entonces éste me respondió:
Es un libro de gran contenido hermético. Es el Libro de la Creación. En el capítulo diez encontrarás el secreto de la Piedra Filosofal. Pero antes es necesario que obtengas la Schlitlzt Nimrod, la daga mágica que simboliza y en la cual se halla grabado el Nombre Impronunciable. La reconocerás cuando la veas, porque su imagen está en el alma colectiva de toda la humanidad. Más antes, pon ante mí tu mano izquierda.
Sin resistirme seguí sus instrucciones, entonces vi con asombró que sobre la palma de mi mano crecía una pequeña enredadera de color verde vivo, como el de la hierba nueva. Su nacimiento estaba en la base, pegado a la muñeca. De aquí seguía el curso de la línea palmar llamada de Mercurio, según dijo el anciano, pero a medio camino se bifurcaba y la segunda rama recorría el rastro de la línea llamada de Saturno. Ambas secciones de la enredadera ascendían un tramo para luego curvarse en dirección del dedo pulgar. Aquella que iba por la línea de Mercurio se curvaba justo por debajo del dedo meñique. La otra, la que seguía el trayecto de la línea de Saturno, cambiaba su curso a la altura del mismo centro palmar. De esta manera ambas ramificaciones venían a morir en el montículo carnoso que hay bajo el dedo índice, al cual el anciano dio el nombre de Monte de Júpiter.
Tres flores brotaban de esta enredadera. Dos de ellas provenían del primer tallo y crecían sobre el Monte de la Luna y el Monte de Apolo respectivamente. La otra florecilla se abría en el Campo de Marte y germinaba de la segunda rama. El mago observó por unos instantes mi mano. La parte izquierda de tu conciencia, el lado desconocido de tu mente, es independiente - me dijo -. Esto es positivo para ti, pero aún es muy pequeño y está poco desarrollado. Debes hacerlo crecer. Cuando le pregunté cómo podía hacerlo, sólo contestó:
Sigue el Camino.
Dicho esto me puso al cuello un Ank, de oro blanco, en cuyos brazos tenía grabada la frase "Enfrenta la Vida como Guerrero" y, haciéndome señas, indicó que me fuera por donde había visto irse a la criatura del pozo. Le obedecí. No había cómo perderse. Aquella galería inmensa terminaba en un estrecho túnel, por el cual caminé mucho tiempo antes de llegar a una caverna de parecidas proporciones a la anterior, pero carente de columnas y un piso liso y nivelado. Observé que al otro extremo, de donde me encontraba, se veían las entradas de dos túneles y hacia allá me dirigí.
Al acercarme comprobé que ambos se encontraban muy cerca uno de otro, pero a pesar de su proximidad comunicaban a mundos diferentes. Aquél que se encontraba a mi izquierda, daba acceso a una selva cálida, espesa y exuberante. Desde donde me hallaba podía ver mil formas y oír mil exquisitos sonidos provenientes de aquella tibia floresta. Me pareció que era el paraíso. El otro túnel daba a un paraje relumbrantemente blanco, todo hielo y nieve. La ventisca y el frío eran sus únicos señores. Me encontraba observando esto cuando de la selvática entrada vi aparecer a una hermosa mujer de piel bronceada. Vestía un traje de hojas verdes, pegado al cuerpo, que le llegaba a mitad de muslos. Era un vestido sin mangas ni hombros, sostenido por un delgado tirante de fibra vegetal. Las facciones del rostro eran bellísimas y su cuerpo armoniosamente proporcionado. Su cabello, largo hasta la cintura. Me miró insinuantemente y me pidió que la siguiera. Me negué. Entonces, ejerció sobre mí un extraño poder y me vi tras ella en contra de mi voluntad. No pude oponerme a su fascinación. En ese momento me sucedió algo inexplicable. Sin saber por qué, tomé fuerte conciencia de mi región infraumbilical. Sentí una agradable calidez en toda aquella zona e inmediatamente tomé el control de mí. Era como si aquel lugar anatómico fuera el "Centro de mi Voluntad". Dejé de seguir a la bella mujer y me detuve. Ella se dio cuenta de mi rebeldía y volviendo sobre sus pasos me encaró. Yo dirigí una fugaz mirada al nevado túnel;entonces ella, percatándose de mi gesto, habló: 
Ese es un mundo helado, duro, primitivo y bárbaro, ¿lo prefieres al que te ofrezco yo?
Le contesté afirmativamente. Entonces, molesta, hizo un gesto tras el cual aparecieron tres descomunales hombres que me doblaban en estatura, los cuales con actitud hostil, se interpusieron entre el mundo de hielo y yo. En ese instante noté que uno de los gigantes tenía en sus manos una daga de doble filo y hoja larga con arabescos grabados en ella. La reconocí inmediatamente. Era la Schlitlzt Nimrod, el arma mágica de la cual me había hablado el anciano mago
La mujer volvió a hablarme, entonces vi que había sufrido una transformación. Ahora aparecía como una jovencita de quince años. Su piel era blanca, su cabello castaño e iba vestida con una túnica de color lila que, igual a la anterior, llegaba a la mitad de muslos, pero sin ceñirse al cuerpo; era holgada y con pliegues.
Su aire de sensualidad y voluptuosidad se había trocado por uno de candidez e inocencia.
La vi acercarse a mí con aspecto de ingenuidad y mirar lo que había escrito en el Ank que colgaba sobre mi pecho.
¿Cuál es la característica de un guerrero? - preguntó ella, esperando mi respuesta -, ¿acaso es el valor?
Eso es importante - le contesté, mientras estudiaba cuidadosamente a los tres gigantes -, pero lo es, aún más, ser decidido y tener osadía.
Ella confundida me miró:
¿Osadía? - repitió.
Entonces, posando mis ojos en los de ella, la hice con rapidez a un lado y embestí con furia a los gigantes. A pesar de sus tamaños conseguir dejar a dos de ellos fuera de combate, golpeando, a uno, con mi hombro izquierdo y, al otro, con la cabeza. El tercer hombrón me atacó con la daga.
Entonces yo, sin temor alguno, la tomé con mi mano izquierda por la filosa hoja y se la arranqué de los dedos. Hecho esto, el hombre se desvaneció ante mi vista. Me di cuenta que había quedado solo, pues la muchacha también había desaparecido.
Pasé el arma a mi mano derecha y admiré la forma de su hoja y el arte con que había sido forjada. Penetré en el túnel de hielo y noté con sorpresa que, en donde antes había nieve, ahora existía arena, tierra y piedras. Aquel túnel salía a la superficie, a cielo abierto, a un paraje desolado y seco. Solo se veía uno que otro arbusto o cactus aquí y allá. Puse el puñal en mi cintura y empecé a caminar de prisa, pues el sol caía en el horizonte y pronto oscurecería.
No sé cuánto tiempo caminé, pero me detuve cuando descubrí una polvareda que se acercaba desde la derecha. Cuando por fin pude ver de qué se trataba, quise huir, pero no había lugar dónde cobijarme. Entonces decidí plantarme en mi sitio y, sacando la daga del cinto, esperar mi suerte.
Sobre la llanura una especie de monstruo, una masa peluda, negra, sin piernas ni cabeza, pero con cinco robustos brazos semejantes a los de un simio, se acercaba al lugar donde me encontraba. Avanzaba girando sobre sí mismo, como una rueda, apoyando sus grotescas manos en el suelo.
Mientras más se acercaba más decidido me encontraba para enfrentarlo. Sin embargo, cuando estuvo a unos pasos de mí, se transformó en una hermosa joven. Yacía a mis pies, totalmente desnuda, tendida sobre la arena. El color de su pelo larguísimo, el tinte de su tez y los rasgos de su rostro, me hicieron recordar los de la mujer hindú. Su sonrisa cautivadora y aquella súplica sensual de sus labios me perdieron. Observé la perfección de su cuerpo, la voluptuosidad de sus formas, la lujuria de su mirada y sin resistirme empecé a acercarme a ella, olvidando que se trataba de aquel repugnante ser que, segundos antes, había visto rodar por el desierto. Estirando sus bellos brazos hacia mí susurró:
Como les encanta a los hombres humillarse.
Me di cuenta que lo decía por la embrutecedora sensualidad que nos abruma frente a una mujer hermosa. En ese momento tomé conciencia y concentré la atención en la zona infraumbilical de mi cuerpo. Ella, sin dejar de sonreír y con sus brazos extendidos, comenzó a desvanecerse en el aire como una ilusión pasajera, hasta que desapareció totalmente de mi vista. La noche había caído sobre el desierto.
Allá, a lo lejos, vislumbré el resplandor de una fogata. Encaminé mis pasos en esa dirección.
Al irme acercando distinguí la figura de un hombre. Estaba en cuclillas frente al fuego, observándolo. Su cuerpo, delgado y fibroso, estaba desnudo, salvo por un taparrabo que colgaba de su cintura y que era de vivísimos colores: rojo, naranja y amarillo. Comprendí que estaba realizando algún tipo de ritual.
Llegué junto a la fogata y pude ver su rostro cobrizo y reseco. Sus ojos despedían un brillo extraño. Me di cuenta que era un brujo. Sin mediar palabra alguna me acuclillé a su lado, dando la cara al fuego. Sin mirarme lo vi meter su mano izquierda entre las llamas y sacar, de entre ellas, algo que sostenía con gran delicadeza. Vi con sorpresa que en su palma había posada una flamígera lengua de fuego. Sin preámbulos me la ofreció, indicándome que la debía tomar poniendo la palma de mi mano izquierda contra la suya. Al hacerlo, sentí que la lengua de fuego era absorbida por mi cuerpo. Tres veces el brujo metió su mano en la lumbre y me ofreció aquél trozo de flama. Tres veces acepté su ofrecimiento.
Luego, haciéndome un gesto con su cabeza, me instó a mirar la fogata. Así lo hice y pude comprobar que entre las llamas descansaba una serpiente con la cabeza erguida. Era una cobra, la reconocí por el capuchón en su cuello. Tenía un color cobre metálico. Estaba tranquila, tomando un baño de fuego.
El brujo habló. Me señaló que había sido iniciado en la Hermandad del Dragón. La noche era profunda y protectora. Me dio indicaciones de sentarme en silencio junto a él. Lo hice imitándolo, cruzando las piernas y dirigiendo mi cuerpo hacia el norte, desde donde soplaba una suave brisa.
Permanecimos así, silenciosos e inmóviles, una insensible eternidad. Luego, sin saber cómo, nuestros cuerpos se alzaron ingrávidos unos centímetros de la tierra y comenzaron a girar en torno a la fogata, mirando siempre hacia la misma dirección cardinal. Rotábamos en sentido contrario a las manecillas del reloj y noté que, en el breve instante en que la fogata quedaba a nuestras espaldas, pasábamos sobre un círculo dibujado, en el suelo, con extraños caracteres que no supe interpretar.
Cuando la aurora se reflejó en el oscuro cielo, el brujo me ordenó caminar con rumbo al sol naciente. Me indicó que siguiendo esa dirección encontraría dos arroyos. El primero contendría agua común, útil para aplacar la sed del cuerpo. En el segundo correría un agua medicinal de origen mineral, que servía para saciar la sed de vida.
Después de mucho andar encontré los dos riachuelos tal como me lo había señalado, sin embargo, el arroyo de agua medicinal tenía su cauce seco.
Deseaba probar de sus aguas, así que tomé la decisión de remontarme hasta la fuente y así beber, del preciado líquido, lo más cerca que pudiese del origen. Siguiendo el reseco lecho subí hasta la cumbre de un gran espinazo de piedra. Allí pude comprobar que aquel arroyo surgía de un pequeño edificio de arquitectura indoarábiga. Atravesé el umbral carente de puertas y así pude dar con una enorme escalera que descendía al interior de la tierra. Bajé por ella largo tiempo, hasta que por fin di a una galería en cuyo centro crecía un enorme y añoso árbol en muy mal estado. Presentaba una apariencia reseca y sus grandes ramas estaban cruelmente mutiladas. Carecía de hojas y daba la impresión de un árbol muerto. Sin embargo, yo sabía que estaba vivo. Observé que junto al grueso tronco, en el piso, habían varias vasijas de arcilla conteniendo agua. 
Las ocupé todas regando con ellas las sedientas raíces. Había terminado cuando unos golpes secos llamaron mi atención. Motivado por esto me di el trabajo de estudiar la caverna en la que me hallaba. Era obvio que existía en aquel lugar alguien encargado de su cuidado, pues veía cierta simetría y orden que no era propio de los sitios que están sujetos a la espontaneidad natural. Muchas puertas daban a aquella galería. Todas estaban cerradas. Observándolas me di cuenta que los golpes, que sentía, provenían de un viejo portón de madera, el cual, se sacudía ante la violenta embestida de "algo" encerrado tras él. De pronto mi mente se abrió y lo comprendí todo. Allí encerrado, por el cuidador de aquel parque subterráneo, se encontraba el Espíritu del Arbol. Un tipo de fuerza inteligente dispuesta a destruir por el descuido a que había sido expuesto el antiguo roble centro del jardín.
En ese momento los guardas del lugar, un hombre y una mujer, entraron al recinto y comenzaron a imprecarme por haber regado el reseco tronco, pues con ello había dado renovado vigor al espíritu encerrado. No pude negar nada, ya que en mis manos, aún goteando, tenía uno de los recipientes de arcilla. Las voces de la pareja enfurecieron de tal manera al espíritu, que éste consiguió derribar el enorme portón y liberarse.
Emergió de su oscura prisión justo frente a mí. Su poder era increíble. Su forma, similar a un torbellino de viento o tromba marina. Por unos instantes me observó. Le enseñé, entonces, la vasija húmeda que agarraba con mi mano derecha. Lo comprendió todo. Lanzando un bramido inhumano se arrojó sobre la pareja y los devoró.
Yo, sin saber qué hacer, esperé mi destino. El Espíritu del Árbol trocó su furibunda apariencia. Se me acercó lentamente en forma de una barra vertical de luz rojiza. Tendría unos cincuenta centímetros de largo y flotaba en el aire por encima de mi cabeza. Me habló con voz de trueno. Me dijo que a partir de ese momento era el Guardián de las Raíces y que premiaría mi gesto dándome su amistad. Dicho esto vino sobre mí y posándose en mi cabeza sentí como aquella energía, en forma de columna luminosa, me penetraba por ella hasta la garganta. Una tibieza confortable me inundó y me sentí físicamente sano. Sin saber qué, el espíritu hizo algo indescriptible dentro de mí y me cambió. Me sentí como recién nacido. Todas mis enfermedades habían desaparecido.
Cuando el espíritu me dejó, me di cuenta que toda la caverna había reverdeado. Sobre el suelo crecía una mullida hierba, en las rocosas paredes se adherían las enredaderas y hiedras. El viejo árbol se veía frondoso y turgente. Sus mutiladas ramas ahora se presentaban completas y rebosantes de hojas. De sus raíces surgía un manantial de agua fresca y cristalina: este era el origen del arroyo medicinal.
Me acerqué al roble. Una enorme serpiente de color verde encendido se ocultaba entre el follaje. Noté que en sus costados, a lo largo del cuerpo, tenía dibujado en negro extraños caracteres desconocidos para mí. De pronto otra cosa llamó mi atención. Era una picaflor que revoloteaba entre el ramaje muy cerca de mí. Su cabeza y su cuerpo eran de un rojo intenso, escarlata, mientras que sus alas y cola eran negras azabache.
El Espíritu del Árbol, poniéndose a mi lado, me indicó que lo atrapara. Yo lo intenté, pero no pude, el ave era demasiado rápida para mí.
Entonces, el espíritu me aconsejó que lo observara fijamente sin pensar en nada y que cuando sintiese el impulso interno de agarrarlo lo intentara. Le hice caso y así conseguí atrapar, con mi mano derecha, al picaflor por la cabeza. En el mismo momento que la atrapé el ave dejó de ser algo vivo y se trocó en un objeto inanimado, hueco, de consistencia apergaminada. Comenzó a deshacerse entre mis dedos. Para evitarlo la coloqué sobre la palma de mi mano izquierda, sin embargo continuó disolviéndose. De esta manera dejó al descubierto una piedra blanca, como de una pulgada de diámetro, sobre la cual soplé para limpiarla de los restos pulvurulentos que no me dejaban apreciarla con claridad. Su color era similar a la sal de roca. Su forma, esférica, estaba tallada con la apariencia de un capullo de rosa. Era un trabajo simple y primitivo. El espíritu hizo retumbar su voz en mis oídos:
Habiendo escuchado aquel sueño un rumor se dejó sentir entre los asistentes, pues algunos se preguntaban asombrados qué significado tendría.
Entonces un visitante, que hacía poco había llegado, gritó:
Algunos dicen que eres el demonio y buscaba con ello perderle y denigrarle ante los ojos de todos los presentes.
Entonces Lucifer, con voz clara y serena, exclamó:
¿Acaso no es aquello a quien llamáis Diablo hijo de aquello a quien llamáis Dios también? Si en el principio estaba solo aquello a quien decís Dios, el supremo Bien, entonces primero fue el Bien y luego el Mal. Por tanto el Mal surgió del Bien, porque nada puede nacer de la nada. Y porque el Mal se originó del Bien es que la función del Mal es benéfica, porque nada malo puede surgir de lo bueno. Lo que llamáis Dios es el maestro tierno y amoroso que educa con bondad. Aquello que llamáis Diablo es el maestro duro y riguroso que nos enseña a través de la severidad.
Por tanto no reneguéis del Diablo, pues algunos somos tan necios que solo aprendemos a golpes. Por tanto no odiéis al Diablo, porque a través de sus pruebas nos hacemos fuertes y libres y accedemos al supremo Bien. ¿Acaso sois tan ciegos que no os dais cuenta que Dios y Diablo son las dos  caras de una misma moneda?
Entonces de las gargantas de algunos de los presentes se escapó una exclamación de asombro, pues comprendieron las palabras de Lucifer y despertaron, quedando sus mentes más allá del Bien y del Mal. Sin embargo el desconocido replicó:
¿Cuál es tu religión?
No hay religión más grande que la Verdad, la realidad tal como es exclamó el Portador de la Luz.
Vuestra sabiduría sufre del pecado de la soberbia y no se basa en las escrituras sagradas - insistió el extraño.
Sufro del pecado de la soberbia dijo Lucifer pues deseo ser todo lo que soy: quiero ser diamante aunque mi origen sea el carbón. No baso mi conocimiento en lo que dicen los textos sagrados o en lo que afirman los ancianos, no baso mi sabiduría en lo que dicen lo eruditos o asegura la mayoría. Mi sabiduría se basa en lo experimentado por mí mismo sin intermediarios o interpretaciones ajenas, pues es la experiencia propia y directa lo que entrega la verdadera sabiduría. La vida se conoce viviéndola y no a través de creencias, opiniones, especulaciones, teorías, religiones o libros. ¿Queréis leer un libro? Leed el libro de la sabiduría. Ese libro sois vosotros mismos, leedlo así: dirigid vuestra atención hacia vosotros, hacia vuestras sensaciones, hacia vuestros movimientos, hacia vuestra respiración, emociones y pensamientos y en todo momento permaneced serenos, atentos, viviendo el momento.
Entonces el visitante asombrado por aquella extraña sabiduría volvió a preguntar:
¿Maestro, quién eres en verdad?
A lo que él respondió:
Yo soy la Vida, "el Lucifer", el Portador de la Luz: el Lucero de la Mañana que anuncia el fin de las tinieblas y la llegada del Imperio del Sol, el reino de la luz. Soy Prometeo, aquel que arrebató de la nada el divino fuego de la sabiduría, el poder y la luz y lo entregó a los hombres. Y aunque soy el más odiado por el cielo soy, sin embargo, el más amado, pues gracias a mí se ha redimido la oscura materia. Perdiendo mi pureza espiritual y cayendo en los abismos he llevado vida, conciencia y conocimiento a toda carne y la he impulsado hacia los cielos. Comprendan esta paradoja y comprenderán el misterio del universo.
Y habiendo pronunciado estas palabras cayó sobre los presentes un profundo silencio. Y junto al silencio cayó la noche, arropando con su estrellado manto a todo lo viviente. Cuando medianoche llegó rompió Lucifer las tinieblas con su voz. Clavando la mirada en la estrella polar exclamó:
Quien sigue la senda del Dragón, domina la realidad presente: el aquí y ahora. Conservar la serena quietud es su principio, alcanzar el ecuánime e imperturbable vacío es su meta. Quien sigue la senda del Dragón es como el agua: aunque se adapta a todas las formas no se aferra a ninguna.
Y dirigiéndose al viejo guerrero, a aquel que una vez había estado mortalmente herido en su corazón, le dijo:
Guerrero solitario que sigues la senda del rayo: Tendrás que sumergirte en la profunda oscuridad y hallar en tus raíces la vida sempiterna. Solo así llegará el momento